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de vinos por Castilla y León

EL VINO Y EL CAMBIO CLIMÁTICO
Desde hace unos años no dejan de aparecer publicaciones en diversos medios, en forma de noticias o artículos en los que de alguna manera exaltan los grandes perjuicios que el cambio climático está ocasionando al viñedo y por extensión al vino. A este respecto, seguro que os resultan familiares una serie de premisas de lo que se supone el futuro de la vid:
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Reducciones drásticas de la producción de uva, lo que lleva inexorablemente a una carestía del vino cada vez mayor.
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Necesidad de subir la altitud de plantación de los viñedos.
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Búsqueda y cambio de variedades de cultivo que hagan frente al cambio climático.
Todas estas premisas poco a poco se intentan colar en el imaginario vinícola nacional (e internacional), pero a mi parecer, estas profetizaciones de la situación de la vid frente al cambio climático, se encuentran muy alejadas de la realidad.
Resulta sorprendente la ausencia de un respaldo técnico y objetivo de muchas de las hipótesis que infundadamente se nos presentan acerca de la situación de la vid en España en este tipo de artículos.
Si se realizara un estudio riguroso teniendo en cuenta todos los factores que condicionan la producción vinícola analizando a su vez los datos “oficiales” de los diferentes Consejos Reguladores, probablemente quedaría desmontado el escenario asolador que se nos quiere transmitir. No hay duda, que el incremento de la temperatura y la alteración de los ciclos térmicos, afectan de alguna forma a la producción de uva, pero no en los términos ni grado de afección que se nos transmite.
La clave de todo ello está en la vid, nuestra querida Vitis vinifera. No hay que olvidar que se trata de una especie vegetal arbustiva, que se encuentra sin lugar a dudas, entre las mejor adaptadas a las condiciones más desfavorables que pueda ofrecer el medio de desarrollo: clima, suelo y recursos hídricos.
La genética actual de las numerosas variedades de Vitis vinefera (tanto para uva de vinificación como para uva de mesa), es fruto de una continua adaptación genética, originada inicialmente de forma natural y continuada por la mano del hombre desde los últimos milenios.
Por lo tanto, si hay una especie arbustiva capaz de adaptarse a las nuevas condiciones climáticas que poco a poco se van imponiendo a escala global, ésa es la vid. En este sentido, cada nuevo estudio científico acerca de la vid que se realiza, aporta conclusiones reveladoras. Muy recomendable una [investigación], que supone el mayor estudio genético de la vid y en el que ha participado el Consejo Superior de Investigaciones científicas (CSIC) entre otras instituciones científicas de 16 países. En este artículo, entre otras cuestiones, revelan que el origen del vino en Europa occidental está asociado a la introgresión entre las poblaciones silvestres de Europa occidental y las uvas domesticadas de Oriente Próximo, que inicialmente se utilizaron como fuente de alimento. Esta introgresión, que tuvo lugar durante los períodos Mesolítico y Neolítico (desde el 10.000 al 3.000 a.C), dio origen a ancestros únicos en los Balcanes, en la Península Ibérica y en Europa Occidenta, que son la base de las variedades que se cultivan actualmente.
La adaptación de la vid a estas nuevas condiciones climáticas, bajo mi punto de vista, debería pasar por asumir los potenciales naturales (obviamente limitantes) de la vid, realizando algunas intervenciones en el campo de lo agronómico y genético, como ya se está haciendo, y por lo tanto, asumir unos rendimientos productivos más cercanos a la naturaleza propia de la vid en vez de ceñirse a las ambiciosas metas económicas autoimpuestas y exigidas por planes empresariales. El que se acuse al cambio climático el no llegar a una producción de 13.000 kg por hectárea no deja de ser algo grotesco.
Marzo 2025